top of page

De nuevo ajenos

¿De verdad podemos llegar a ser personas tan superficiales? No sé cómo sucedió, ni siquiera recuerdo en que momento comenzamos a hablar tanto, lo que no olvido es como un beso destruyo todo. Es cierto y no niego que un beso puede ser el inicio de todo, la puerta a algo diferente, a una relación con otros objetivos, pero también es muy cierto que un beso, un simple acercamiento, una demostración de pasión y deseos pueden arruinar y acabar con todo. Eso sucedió con nosotros. Dejamos de ser lo que éramos para convertirnos en nada. Seré sincera, no hubo sentimiento alguno cuando tus labios se hundían en los míos, fue solo eso, un beso. De esos besos que solo calman las ganas, de los que puedes dar una y otra vez sin sentir nada, así, secos, insípidos, sin chiste, sin historia, sin razones, solo un beso. Sin embargo ese beso tan insignificante destruyo lo que teníamos, o lo que yo pensé que teníamos. Dejamos de hablarnos por completo, ahora nuestras conversaciones se resumen en: “estoy por tu casa” “Caile, ahorita salgo”. Y así salías, te vía y hacíamos como si nos importara lo que pasara con el otro, durábamos unos minutos hablando, coqueteábamos con nuestras miradas, decíamos lo que queríamos escuchar y momentos más tarde pícaramente te acercabas, me besabas y sin más, me iba. De esas pláticas de día y noche ya no quedaba nada. Éramos, de nuevo, ajenos; y esta vez no fue el amor el que se interpuso, fue el mutuo desinterés de conservar lo que habíamos formado.


bottom of page