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Ese primer amor que nunca se olvida.

Hay personas que llegan a nuestras vidas sin dejar marca de haberlo hecho, y hay otras que la cambian por completo. Personas que nunca imaginamos que se convertirían en lo que ahora son, personas que dejan huella.

Dicen que las cosas llegan cuando menos nos las imaginamos y así fue, así llegó él, de la nada y se convirtió en todo. Porque nadie podía decirme que me iba a enamorar de aquel extraño que firmó mi anuario años atrás, que meses después estaría regalándome una rosa en pleno bar y desafiaría a mi hermano, que sería él el hombre por el que estaría dispuesta a todo, el hombre que me haría la mujer más feliz del mundo, el hombre que me enseñaría amar. Nadie podía imaginarse que me volvería loca por él y que mis días quisiera pasarlos solo a su lado. Me enamoré de él, me enamoré de sus defectos y de eso que lo hacía tan único, me enamoré de sus miedos y luché por convertir sus días malos en buenos, me enamoré de su forma de luchar y nunca rendirse, me enamoré de sus gustos por vídeos extraños y su amor por la cerveza. Me enamoré de su curiosidad insaciable y su terquedad. Me enamoré de su apoyo incondicional y su paciencia, de su madurez y su manera de ponerme los pies en la tierra. Me enamoré de sus pasiones, de su competitividad. Me enamoré de todo y volvería a hacerlo. Pero todo llega a su fin y nunca dejaré de presumir que fue él ese primer amor que nunca se olvida. Soy feliz de haberlo hecho, feliz de haberme enamorado del hombre correcto.


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