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No tengo miedo.



No tengo miedo a entregarme, al contrario, vivo con la ilusión de poder hacerlo. El deseo insaciable de poder ser con esa persona como no lo he sido con nadie. Quiero enamorarme, quiero estar ahí para alguien y que ese alguien lo esté para mí, quiero tener los ojos llenos de alegría, de quitarme la idea de que el amor no existe, quiero convertirme en la mujer que es capaz de luchar por alguien, de ser su guardián, su confidente, su amiga, su amante, su todo. Es mi cabeza y mi alma las que piden a gritos que exista ese alguien, ese alguien de quien yo estaría dispuesta a darlo todo, con quien las peleas terminen en besos, el que me sorprenda con pequeños detalles, el que sepa todo de mí y aun así desee tenerme a su lado. Un hombre al que pueda consentir, apapachar, proteger, querer, confiar; un hombre que sea capaz de despertar mis pasiones. No, no es miedo a entregarme, es miedo a que lo haga con la persona equivocada. Miedo a darlo todo y no recibir nada. Miedo a destruir mi propias barreras y que quede expuesta a los más terribles sentimientos, pero tengo más miedo a que ese alguien no sepa protegerme de ellos, o simplemente no quiera hacerlo. Miedo a desnudar mi alma frente a él y que no sienta el más mínimo interés. Miedo a entregar lo que soy y ser destruida en el proceso.


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