top of page

Creerte capaz de ser especial.

Este sentimiento se ha presentado más de una vez a lo largo de mis 18 años de existencia. El proceso es muy parecido en todos los casos. Todo comienza cuando no son nada, cuando ni siquiera te percatas de que existe, de que ha pasado a tu lado más de una ocasión, de alguna manera y en un día cualquiera eso cambia, no sabes cómo ni cuándo pero ya has comenzado a platicar con él, a cruzar miradas, ahora ya sabes quién es y cómo se llama. Los días transcurren, la relación día con día se vuelve más personal, más íntima. Comienzas a saber de él, sus gustos, sus miedos, sus sueños, sus metas, sus fracasos, todo se vuelve parte de la conversación. Pero existe algo aún más importante, no simplemente sabes de él sino que él sabe de ti. Durante ese tiempo desarrollaste un sentimiento de seguridad, de protección, de confianza, de fidelidad, de lealtad, de sinceridad, de paz. Eran risas, llantos, silencios que le decían todo. Entregaste en cada uno de esos momentos una parte de ti, te abriste, destruiste parcial o totalmente tus barreras porque de alguna manera y por alguna razón te sentiste “especial”, sentiste que solo contigo compartía su mundo, que era finalmente él mismo. Sin embargo esa felicidad y tranquilidad que desbordabas al hablar de él desaparece, algo sucedió, el detonante que destruyó todo, el día, el momento en el que descubres que no es solo contigo con quien comparte ese lado tan especial, o al menos el lado que tu creías que lo era, que no eres solo tú la que conoce todo de él. Y es ahí, cuando poco a poco sufres, donde poco a poco comienzas a sentir todo eso que hace tiempo no sentías, decepción, tristeza, enojo, frustración pero no con él sino contigo, si contigo, por creerte capaz de ser especial.


bottom of page