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Sentir de nuevo.

En la vida llegarán momentos en los que uno dejará de creer, se esfumará el deseo de volver a ilusionarse y el miedo, ese eterno compañero, ahora se presentará más imponente, pesado, aberrante.


Nos dijeron que dolería, pero nunca nadie mencionó el cuánto.


¿Y qué pasa cuando por fin te sientes tranquila? Te encierras en tu idea de que todo será mejor así, que no necesitas querer a nadie y que nadie te quiera, que ya no deseas arriesgarte. Pero la vida es mucho más que eso. No podemos encerrarnos en esta falsa idea de no querer volver a llorar, de no querer volver a sentir. Porque el sufrimiento es proporcional a la felicidad. Esa felicidad que uno derrocha sin pensar en la cuota de lágrimas que tocará también derramar.


¿Qué sentido tendría la vida si nos aferramos a no sentir? ¿... a no sentirse ni bien ni mal, ni feliz, ni triste? Si el llanto es la cuota de las experiencias; no me importará llorar cuando me entregue, porque mínimo haciéndolo, habré experimentado lo bello que es el amor.


Dice mi mamá que me falta mucho por vivir, que volveré a llorar, y que volveré a sentir que el mundo se me va, pero que solo así sabré lo que en realidad soy y que es lo que quiero.


Que seré tan feliz como lágrimas caigan sobre mi rostro; porque uno le llora a quién realmente ama.


No hay que buscar quién te haga feliz, sino quien desee acompañarte en tu felicidad porque esa solo depende de uno mismo.


Vuelve a amar, vuelve a sentir, vuelve a llorar; porque que espantoso sería vivir siendo indiferente a las emociones.


Un día cualquiera llegará alguien que encienda de nuevo el fuego que creíste extinto.


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