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Mientras más se vive, las cosas cambian.

Con el tiempo aprendí que hubo personas que no supieron quererme de la misma manera con la que yo lo hacía. Entendí que el hecho de entregarle todo a alguien no te asegura que lo hará de vuelta. Tuve que darle vital importancia a mi persona antes de ser capaz de sentirme realmente feliz con alguien más. Me perdí y durante varias ocasiones, historias, relaciones busqué en lugares equivocados aquello que creí me daría tranquilidad. Me volví mucho más realista, dejé a un lado eso de creer en un “por siempre” y ahora comprendo que el amor va más allá de enamorarte en un abrir y cerrar de ojos, que se trata de construirlo, de ver los defectos y aceptarlos sin intentar cambiarlos, que las cosas no siempre serán perfectas y que es ahí cuando se sabe realmente cuánto estás dispuesta a dar por estar con alguien; que por mucho amor que sintiera no debía permitir que me volvieran a pisotear. Me di contra la pared al descubrir que las personas cambian, y que sí, existe la posibilidad de que un día te quieran y al otro te olviden. Hay personas que se van y vuelven pero otras que no vuelven jamás. Experimenté la soledad en un país que no es el mío y el mismo sentimiento llegué a sentirlo en mi propia cama. Ya no soy quien fui y quizás mañana dejaré de ser lo que soy hoy y es que mientras más se vive, las cosas cambian.



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